El paradigma de los microorganismos
Diario LA NACIÓN (Argentina) | 17/12/2011
No es una novedad decir que el incremento de la productividad agropecuaria se ha conseguido a expensas de la REDUCCIÓN GRADUAL DE LA MATERIA ORGÁNICA y con ello la fertilidad y el deterioro de la estructura del suelo, lo cual lo ha vuelto más propenso a la compactación y a la erosión.
Si bien la siembra directa ha sido hasta el momento una excelente herramienta para evitar en parte continuar deteriorando el suelo, sabemos que no es suficiente para recuperar toda la fertilidad perdida.
Pero el problema de la pérdida de MO también genera alteración biológica, ya que es justamente esa microflora y microfauna edáfica la encargada de producir naturalmente fertilidad. Se calcula que en 1 gramo de horizonte superficial de un muy buen suelo agrícola conviven en equilibrio cerca de 1.000.000.000 de microorganismos, lo que en peso rondaría los 10.000 kg/ha.
Está comprobado que este delicado ecosistema se altera, principalmente, con el manejo. Por ejemplo: el monocultivo provoca una baja biodiversidad microbiana y el aumento de resistencia de patógenos. El uso indebido de agroquímicos altera la cantidad y variedad de especies microbianas; por ejemplo, al acidificar un suelo aumenta la proporción de hongos patógenos porque resisten pH bajo. Los suelos desnudos o con poco rastrojo generan una merma de microorganismos por la falta de MO. Arar los suelos elimina gran cantidad de microorganismos.
Cabe aclarar que, generalmente, los patógenos son anaerobios, en cambio los benéficos son aerobios. Y esto es relevante para comprender cómo repercute el manejo en el cultivo si recordamos que los microorganismos benéficos son quienes “construyen” los poros del suelo gracias a las sustancias cementantes, son los únicos que le entregan a las plantas sustancias especiales como aminoácidos, enzimas, hormonas, antioxidantes, etc., y son quienes mineralizan la materia orgánica y no orgánica para que la planta cuente con los demás macro y micro nutrientes.
Entonces, la falta de microorganismos benéficos provoca compactación por falta de estructura porosa, dificultando el desarrollo de raíces y generando menos biomasa. Esta falta de poros (O2) hace que aumente la proporción de patógenos y disminuyan la fertilidad (menor mineralización) y la recepción de esas sustancias orgánicas esenciales mencionadas. Todo esto lleva al cultivo a una situación de stress en la que la planta queda más susceptible a enfermedades, consume más agua, más energía y más nutrientes y lleva al productor a aumentar la fertilización y los plaguicidas generando aún más inconvenientes (y costos): un verdadero “círculo vicioso”.
Desde hace algunos años venimos trabajando en Argentina en la recuperación y en el mejoramiento de suelos con uso agrícola intensivo a través de una nueva tecnología que se sustenta en un concepto simple: “En un suelo sano, la planta es sana”. La técnica se basa en la incorporación de microorganismos benéficos al suelo y a la planta con el objetivo de regenerar esa vida que le estuvimos extrayendo y hacer que los cultivos logren el vigor suficiente como para llegar a expresar todo su potencial genético. Si bien el cambio en la calidad del suelo no es inmediato, ya en el primer ciclo de cultivo se ven mejoras en el rinde, en la calidad de lo producido y en la sanidad, y obviamente en algunos parámetros edáficos como la MO, el N y el P entre otros.
Podemos demostrar que con esta tecnología se logra la mejor ecuación costo-beneficio comparada con cualquier otra forma de producción, y lo más interesante es que es sostenible en el tiempo además de reducir enormemente el impacto ambiental que generan las prácticas actuales.